30 grados en Shanghai. La primavera vino y se fue tan rápido que no dio tiempo a saborear. Un segundo plato tanto tiempo esperado que se juntó con el postre. Eso es la primavera en Shanghai. Dura menos que un cigarro mal liado. Se espera con ansiedad pero cuando se empieza a disfrutar de repente no tira, no se logra conseguir nada de placer, pero es tarde, cuando sabes la razón no hay manera de arreglar el desaguisado.
La primavera sanghainesa dio tiempo para guardar la estufa en la caja donde estaba guardado el ventilador y poco más.
No permitió recapacitar sobre el edredón.
Hoy, he despertado completamente lleno de sudor, tanto que al levantar una parte de mi se ha quedado en las sábanas. Al levantar me he dado cuenta, no me quedan flechas.
He disparado tantas flechas que tan solo me quedan unas pocas. El carcaj esta vacío. La única manera posible de que pueda seguir enviando flechas es que me las devuelvan.
Hablamos de 2016, las flechas no son disparos con el arco, son enviadas vía email, vía whatssap. A punto de cumplir ocho años desde que comencé a disparar he ido centrado mucho más mis objetivos, mis prioridades. El subconsciente me avisaba. Apunta. No malgastes decía.
Yo miraba la munición y sonreía. A discreción.
Pero ha pasado el tiempo y lo que parecía nunca iba a tener final, de repente se convierte en la última parada, a partir de ahora o seguir a pie o dar la vuelta. Seguire descalzo, sin lanzar flechas. El aviso azul de recibo de whatssap es una herida que duele pero no mata. Es un aviso de email no contestado.
Las pocas flechas que quedan las he de administrar mejor. Espera! tal vez es que son muy pesadas, con demasiada carga y demasiada información, tal vez van llenas de demasiado optimismo por un futuro incierto.
Las haré mas llevaderas, intentare insuflar rutina aunque no pueda. En Shanghai todo cambia de un día a otro. En China todo cambia, no hay días iguales. Todo cambia, Mercedes, ya me lo dijiste.
Lo reconozco, algunas flechas las he desaprovechado, ingenuo que es uno he disparado y disparado. Tal vez he subestimado el poder de ser comunicativo que todos tenemos dentro. Insensibles, enemigos sin tacto, sin sentimientos. Enemigo amigo conocido pococonocido.
Son pocas las flechas que me quedan pero son sinceras. Esas siempre encuentran el blanco, no fallan.
Tal vez las flechas han sido devueltas, pero vacías, por ello han perdido el rumbo. Se las llevó el viento. No pesaban porque el continente carecía de contenido, viajan sin rumbo y sin información. De esa manera un mensaje no llega, eso esta claro. No. Sería necio decir que no me envían flechas, a veces incluso he de buscar refugio ante la avalancha. Recibo flechas, estoy encantado cuando me convierto en blanco de disparo.
Existe un tercer y último tipo de flecha, las que rebotan. Estas son mecánicas y no aportan nada. Estas las lanzo porque si, cuando estoy aburrido, rebotan y me informan del tiempo, si hace frío o calor. Son Mensajes vacíos.
30 grados.
Ya no es posible salir a correr a mediodía, hay que ir al atardecer, a dar de cenar a los mosquitos.