La Ciudad Perdida

Perdida, no! prohibida. Era el lugar donde vivía el emperador chino hasta el alzamiento militar que desemboco en la actual república en el año 1949. Hoy la he visitado.

Ayer hablaba de la comercialización de los lugares arquitectónicos tras visitar la Muralla. Hoy hablo de la masificación. De los controles de seguridad. Del poco interés por conocer los lugares que se visitan y la poca curiosidad que demuestra el turismo chino. Un turismo en masa que como de una legión de hormigas invade un lugar.

China poco a poco va acercando la enorme franja que existe entre ricos y pobres. Una enorme masa que busca destinos fuera del país pero que en la actualidad no hace más que visitar los presuntos lugares de interés turístico siguiendo la banderita que sostiene la persona encargada de manejar al grupo.

Imagenes sorprendentes y un poco contradictorias como la del señor con la medalla dorada de Mao colgando del pecho asomando la cabeza a los pabellones donde se celebraban las majestuosas ceremonias de la corte imperial china. En 1860, 5500 kilos de plata fue el coste de organizar una de las últimas bodas de emperadores.

En la entrada chicos jóvenes que ofrecen sus servicios como guía por 100$. Una mujer de la limpieza seleccionando los mejores mecheros de la caja donde estos se deben depositar antes del control de seguridad. Diferentes maneras de ganarse la vida, negocios parásitos a la sombra de los muros imperiales. Policías de paisano. Policías con guantes blancos. Matriculas del ejército. Taxistas que esperan fuera al cliente que acepte pagar el triple por la carrera. Recogedores de botellas de plástico. vendedores de mapas. Reventas de tickets que ofrecen no malgastar el tiempo en la cola por un pequeño suplemento en el importe. Vendedores de recuerdos. Comida.

Se accede por la puerta sur desde la plaza de Tiananmen. Se recorren los pabellones destinados al empreador, a las ofrendas, ceremonias, recepciones, para acabar en el norte, donde se destinaba a los eunucos y concubinas. Al fondo a la derecha el personal de servicio y las caballerías.

No se porque siempre me identifico mas con estos últimos, me gusta mas esto que el trono o la cama imperial. Prefiero imaginar, me gusta crearme mi propia imagen de los que sucedió en esas estancias hace una docena de siglos atrás y no quedarme prendido de ver el lecho nupcial e imaginarme a los recién casados emperadores pasando su primera noche juntos.

Una batalla de móviles luchando por una imagen, por un recuerdo borroso de la visita. Codos luchando. Ninguno se detiene a leer el cartel de información. La histroia no interesa. Interesa el momento, mi visita y no porque lo visito.

He conocido a una señora de provincias de 96 años que recorría los pabellones junto a su nieta. hemos conversado sobre nada en particular. me hubiera gustado tomar un te con ella, que me contara que piensa del desarrollo. ella vivió con Emperador.

Matias, el cicloturista uruguayo que estuvo en casa en 2012 me regalo ¨Sueño en el Pabellón Rojo¨. Un increíble relato de la literatura tradicional china donde se describe la vida de los personajes que formaban la consorte imperial. Con esos personajes, con sus fantasmas he recorrido hoy la Ciudad Prohibida.

 

 

 

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