nuevos horizontes, nuevas expectativas y actividades, nuevas personas, un barrio nuevo, una tendera de frutas nueva y un nuevo puesto de hortalizas, verduras y tofu que encontrar. Nuevas posibilidades. Es lo que conlleva una mudanza. Si, de nuevo mudanza. Vuelvo a Pekín tras cinco años en Shanghai.
El camino de Pekín a Shanghai en 2015 fue en bicicleta . En esta ocasión hay parada en Madrid y sin fecha exacta volver a Pekín. Hay otros posibles destinos pero hace falta un pequeño espacio de tiempo para organizar, muebles, trastos e ideas antes de partir quizás a un nuevo destino, otro continente.
Me voy de Shanghai pero no se con certeza cual será la próxima parada.
Me quedo con esta imagen de Shanghai. Como cuando alguien señala la luna y yo me entretengo mirando el dedo, me quede mirando el reflejo del agua en el Bund, la imagen más emblemática (no hay más sitios que visitar en esa urbe). Una imagen de movimiento continuo evoca una ciudad que no descansa, que no deja descansar a quien en ella vive.
Es una ciudad de paso, no solo para los extranjeros, sino muchos chinos de provincia e incluso shanganitas piensan en salir algún día. En Shanghai todo el mundo tiene fecha de caducidad. No es una ciudad donde envejecer.
De ella me llevo muchos recuerdos y amigos que volveré a encontrar en el camino, seguramente a alguno de ellos en bicicleta con alforjas. Uno de ellos me envio un mensaje cuando estaba en la puerta de embarque ¨I gonna really miss you. Time flies so fast. It´s been four and half years since we first met. My passion for cycling has been growing since, so I can´t express my appreciation more to you¨. Me dejo sin palabras y con los ojos humedecidos.
Me despedí de la frutera, ya no comprare plátanos, ni ella repetirá entre sonrisas el pseudónimo con el que me conocía, ¨bu yao taiza¨, me sonaba a mí, no necesito bolsa significa. Me despedí de la señora del puesto de tofu, ya no tendrá la posibilidad de engañarme. Yo veía mientras esperaba como a las otros clientes les colocaba sus productos en la báscula. A mi siempre me dio un precio sin pesar el genero y supongo que no siempre redondería a la baja. Al igual que la mujer de las hortalizas y verduras, la de las semillas, siempre todas con una sonrisa todos los días del año.
Con la maleta esperando el taxi fui a saludar a mi vecino, quien ejerció durante este tiempo de despertador oficil, organizando peleas de grillos, afilando cuchillos, afinando la guitarra a las cinco de la mañana. Hora común de desertar del vecindario, las cinco, la preparación de los vegetales, cortados al milímetro y el sonido del wok. Fuego. Para alcanzar su esplendor en torno a las seis de la mañana con la hora de inicio del mercado y de los puestos callejeros de desayuno.
En Madrid, cuando voy a cruzar miro a los dos lados y no cruzo hasta que el coche esta parado completamente. En mi ciudad soy un desconocido.
Las charlas organizadas en institutos, restaurantes, tiendas de bicicletas, los mercados organizados para milana::, mi vecino durmiendo sobre la moto, el jardín de ¨Tofuli¨, las salidas nocturnas a fotografiar la ciudad, el mercado de paraguas de los domingos, donde padres y madres de chicos y chicas buscan pareja a sus hijos convertido más en pasatiempo de ellos que en realidad un lugar de encuentro donde pueda surgir el amor.
La cocina comunitaria es quizás la característica más común de las casas bajas en Shanghai, un foco de reunión y de infección. En la planta baja del edificio he visto animales de dos, cuatro, seis y cien patas, reptando, corriendo o volando entre los ingredientes de la siguiente comida o cena.
Pasear por laoximen, el puesto de castañas, el ferry a Pudong, callejear alrededor de People´s Square , algunas callejuelas en la concesión francesa que ofrecen antiguos caserones hoy habitados por fantasmas y el restaurante bajo el templo de Jingnan. El señor que canta opera en Fuxing Park. Mis atracciones en la ciudad.
Shanghai es una experiencia de vida. Un estilo. Vuelvo a Pekín. Otro estilo.